Las futbolistas latinoamericanas pisan la cancha con garra y talento, pero los entrenamientos siguen siendo, en muchos casos, un calco de los modelos pensados para varones. Esta mirada ignora diferencias clave: desde la anatomía hasta el ciclo hormonal.
Por ejemplo, las jugadoras tienen una pelvis más ancha y un ángulo Q mayor, lo que eleva el riesgo de lesiones de rodilla como la temida rotura de ligamento cruzado anterior (LCA). De hecho, estudios muestran que son 4 a 6 veces más propensas a sufrir este tipo de lesiones que sus pares masculinos.
Prevención y potencia: claves del futuro
No alcanza con correr y patear. El foco debe estar en fortalecer glúteos, isquiotibiales y core, además de sumar ejercicios neuromusculares para mejorar saltos, giros y aterrizajes. Así se cuidan las rodillas y se potencia el juego.
El ciclo menstrual también influye: hay momentos donde aumenta la laxitud ligamentaria y el riesgo de lesión. Adaptar la carga de trabajo según estas fases es fundamental para cuidar cuerpo y mente.
Mente fuerte, equipo unido
No todo es físico. Las chicas enfrentan más ansiedad de rendimiento y preocupaciones por la imagen corporal. Un coaching colaborativo, que escuche y refuerce el trabajo en equipo, marca la diferencia para que sigan disfrutando del fútbol.
Invertir en entrenamientos específicos no solo previene lesiones: construye jugadoras más seguras, rápidas y felices. El futuro del fútbol femenino depende de entender que ellas necesitan —y merecen— su propio plan.
Fuente: Girls Soccer Network.