En un Joie Stadium frío y mojado —típico Manchester de noviembre— la última victoria de la under-23 inglesa ante Noruega (1-0) volvió a subrayar una idea que se repite en St. George’s Park: el futuro no puede esperar. Tras dos Eurocopas consecutivas, la pregunta es si la próxima generación será capaz de sostener ese estándar competitivo que hoy define a las Lionesses.
La FA ha retocado su ruta formativa y Sarina Wiegman ya ha llamado a 20 futbolistas procedentes de las categorías inferiores en sus cuatro años. No es casualidad. Su staff conversa a diario con Emma Coates, entrenadora de la sub-23, para que cada gesto —la preparación, las tareas tácticas, incluso la cultura de equipo— refleje lo que ocurre en la absoluta. Esta semana, Wiegman se pasó por una sesión en St. George’s Park: mensaje claro para quienes buscan el salto.
En el césped, la protagonista fue Izzy Goodwin, la delantera del London City Lionesses que decidió el amistoso y que sigue creciendo como una nueve poderosa, más completa en apoyos y con un olfato goleador que ya la llevó a ser el fichaje récord de la WSL 2.
A su alrededor, más señales de madurez: la capitana Ruby Mace liderando desde el mediocentro, la central Gracie Prior transmitiendo calma y la jovencísima Erica Meg Parkinson —17 años— atreviéndose a filtrar pases como si llevara una década en esto.
Dentro del vestuario, la consigna la resume Lotte Wubben-Moy: “Dependemos de ese ADN”. Competencia interna, crecimiento constante y la convicción de que, para jugar en Wembley ante 80.000 personas, antes hay que destacar aquí, en noches como esta.
Fuente
- BBC Sport, “’We depend on that DNA’ – the next generation of Lionesses”,
