Ocho gritos y una certeza: este equipo llega encendido al tramo final del camino hacia el Mundial 2027.
En el Florencio Sola, la Selección Argentina se despachó con un 8-0 feroz ante Bolivia, sacudiendo la noche de Banfield con un fútbol directo, valiente y de presión alta, de ese que huele a barrio y se celebra con las manos heladas trepadas al alambrado.
El arranque fue eléctrico: Paulina Gramaglia rompió el cero a los 7’, y desde ahí la Albiceleste manejó los tiempos con autoridad. Aldana Cometti y Florencia Bonsegundo estiraron la ventaja antes del descanso, hilvanando un 3-0 que ya olía a goleada larga.
El complemento fue avalancha. Gramaglia volvió a festejar, y la juvenil Kishi Núñez —entró a los 58’ y marcó a los 60’— dejó un dato hermoso para la estadística popular: una de las jugadoras que más rápido convirtió tras pisar la cancha en esta Liga de Naciones. A ella se sumó Francisca Altgelt, y sobre el cierre Bonsegundo firmó el octavo, como si el equipo no quisiera que el año se apagara sin brillo.
Con este triunfo, Argentina trepa a 7 puntos y estira un registro sólido: no perdió en tiempo regular en todo 2025 por competencias oficiales. Números que hablan, pero sobre todo un juego que contagia: presión alta, movilidad, y esa alegría colectiva que empuja a soñar.






