El Alfredo Di Stéfano vivió una de esas noches que construyen relato europeo. El Real Madrid llegaba con 7 puntos, sabiendo que sólo ganando a un Wolfsburgo de 2 Champions podía meterse de lleno en la pelea por el top-4 del nuevo formato suizo de la UWCL y acercarse al billete directo a cuartos. El 2-0 final no sólo le coloca con 10 puntos, igualado con Barça, Juventus y Lyon, sino que le hace adelantar a las alemanas (9 puntos) y presentarse al continente como algo más que un proyecto emergente.
El arranque fue una prueba de estrés. Pau Quesada repitió el 4-1-4-1 de las grandes noches: Misa; Eva Navarro, Lakrar, María Méndez, Yasmim; Angeldahl por detrás de Feller, Däbritz, Weir y Linda Caicedo, con Alba Redondo arriba. Wolfsburgo plantó un 4-2-3-1 agresivo, con Popp y Minge saltando sobre la salida blanca y Beerensteyn atacando los espacios. De esa presión llegó el primer caos: mala coordinación entre Lakrar y Misa y ocasión clarísima que Peddemors mandó a las nubes, poco antes de que un cabezazo de Küver obligara a Misa a la primera gran parada. El Madrid sufría, incapaz de juntar pases.
El partido cambió por balón parado. El plan de emergencia de Quesada fue aceptar un bloque más bajo, juntar líneas y vivir de los córners que generaban las carreras de Linda y Feller. En el 19’, Eva Navarro templó al primer palo y María Méndez se impuso con un remate de espaldas, poco ortodoxo pero perfecto para el 1-0. El gol sirvió de ancla: el Madrid se estiró, Linda rozó el segundo en una conducción marca de la casa que Johannes sacó en dos tiempos, y Alba Redondo mandó un cabezazo al poste en otro córner. Wolfsburgo seguía amenazando por fuera con Huth y Bussy, pero el partido ya no era sólo alemán. Todo parecía controlado hasta que Lakrar, ya amonestada, llegó tarde dos veces y vio la segunda amarilla en el 45’+1. Inferioridad numérica para toda la segunda parte.

Tras el descanso llegó la clave táctica del partido. Quesada metió a Rocío Gálvez por Alba para recomponer un 4-4-1 muy reconocible: Rocío junto a Méndez, Eva y Yasmim en los laterales; por delante, línea de cuatro con Feller–Angeldahl–Däbritz–Linda y Weir como única referencia, más mediapunta que punta. Wolfsburgo respondió tirando metros hacia arriba: más posesión, laterales muy altos y Popp llegando constantemente al área. El dato lo explica: 63,8 % de posesión alemana, 19 tiros por sólo 8 del Madrid, y 6 paradas de Misa. Pero el bloque blanco protegió bien el área: muchas ayudas en los costados, centrales dominando el juego aéreo y un equipo corto, dispuesto a sufrir. Popp tuvo la más clara, mandando arriba un balón suelto en el 60’.
Y entonces apareció del todo Linda Caicedo. Con el Madrid atrapado atrás, la colombiana se convirtió en salida, oxígeno y puñal. Ya había firmado un par de conducciones largas cuando, en el 67’, Weir recibió de espaldas, atrajo a dos rivales y filtró un pase milimétrico al espacio. Linda atacó el intervalo, ganó la carrera, dribló a Johannes y definió con calma para el 2-0. Un gol de estrella en un contexto de máxima dificultad que obligó a Wolfsburgo a descolgar todavía más gente, dejando aún más metros para sus arrancadas. Todavía tuvo tiempo de generar otra ocasión clara, esta vez para la propia Weir, que no encontró portería.
El tramo final fue de resistencia pura. Con el 2-0, Quesada refrescó bandas con Athenea del Castillo y Iris Ashley, y más tarde con Sheila García, buscando piernas para alargar las presiones y estirar alguna transición suelta. Cada despeje de Méndez o Rocío se celebraba como un gol en la grada. Wolfsburgo siguió insistiendo a base de centros, pero se encontró a un Madrid muy junto y a una Misa segura en los balones frontales. Ya en el añadido, un choque a destiempo de Iris con Johannes acabó en roja directa tras revisión del VAR: el Madrid terminó con nueve jugadoras, pero con una sensación de control emocional impropia de un equipo debutante en este tipo de escenarios.

MVP: Linda Caicedo – Golazo para sentenciar, dos ocasiones muy claras más, todas las salidas en inferioridad pasando por sus botas y la capacidad de obligar a Wolfsburgo a correr hacia atrás incluso con el 11 contra 10. Fue la jugadora que mejor leyó qué pedía el partido en cada tramo: pausa para sacar al equipo del agobio, vértigo cuando el rival se partía.
El 2-0 no sólo es una victoria de prestigio ante un gigante europeo; es, sobre todo, un paso de estatus. El Madrid demuestra que puede competir desde el guion incómodo: sin balón, sometido y en inferioridad, pero con estructura defensiva, carácter y jugadoras capaces de decidir arriba. Con 10 puntos y el average emocional ganado ante un bicampeón de Europa, las blancas llegarán a la última jornada ante Twente dependiendo de sí mismas para asegurarse, como mínimo, un cruce de playoff y soñando con mantener plaza de acceso directo a cuartos en esta nueva Champions League femenina. Wolfsburgo, pese a su dominio estadístico, se marcha con la sensación de haber desaprovechado una oportunidad de oro: mucha posesión, mucha llegada, pero poca claridad en el área de un rival que, por primera vez, le miró de tú a tú en Europa.













