En la gala anual del CTA, las grandes protagonistas tuvieron acento femenino. De las 51 escarapelas FIFA entregadas para 2026, 16 fueron a parar a árbitras españolas de fútbol, fútbol sala y fútbol playa, un salto que consolida la presencia de la mujer en la élite internacional.
Estas “medallas” no son solo un distintivo: certifican que quienes las lucen pueden dirigir partidos oficiales bajo paraguas FIFA. Que casi un tercio del grupo sea femenino refleja un cambio estructural tras años de inversión en captación, formación y profesionalización específica del arbitraje femenino.
El mejor escaparate de ese progreso son las designaciones recientes. La vasca Olatz Rivera ha dirigido la final del Mundial sub-17 femenino en Rabat, mientras que la castellano-manchega Noelia Gutiérrez se ha puesto al frente de la primera final del Mundial femenino de fútbol sala en Manila, dos finales mundiales con silbato español y femenino.
Detrás de cada escarapela hay años de trabajo silencioso. Rivera confesaba hace unos días que «todavía sigo flipando cada vez que me llega una designación», síntesis perfecta de la mezcla de humildad e ilusión con la que estas colegiadas viven su salto al escaparate mundial.
La foto de esta gala une a pioneras recientes como Marta Huerta de Aza o M. Dolores Martínez con nuevas caras que han ido entrando en las listas FIFA, como Eugenia Gil o la propia Noelia Gutiérrez, dibujando una cadena de referentes para las siguientes generaciones de árbitras.
Cada escarapela en un pecho femenino recuerda que el arbitraje español ya no se mide por género, sino por talento y mérito.

















