En Southampton, Inglaterra despidió 2025 con un 2–0 sobre Ghana que contó una historia más emocional que táctica.
A los cinco minutos, Lucia Kendall firmó su primer gol con la absoluta justo en el escenario donde creció como futbolista: el estadio que la vio pasar de niña de la academia local a internacional inglesa. Su celebración —mitad alivio, mitad incredulidad— explicó mejor que cualquier crónica la fuerza de pertenencia que todavía conserva el fútbol de selecciones.
El amistoso tuvo ritmo intermitente y un dominio sostenido de las Lionesses, pero le faltó filo. Ghana se sostuvo gracias a su estructura física y unas transiciones que obligaron a Inglaterra a tener siempre un ojo en su espalda. Aun así, el partido nunca pareció escaparse.
Ya en el descuento, Alessia Russo provocó y convirtió un penalti que selló el marcador y cerró un año en el que Inglaterra ha vivido más preguntas que certezas.
Kendall, en cambio, ofreció una pista luminosa. Tras el partido, habló de sus referentes —Keira Walsh, la transición desde el fútbol de base y la búsqueda de consistencia— con esa mezcla de humildad y ambición que tanto agradecen las selecciones en reconstrucción. Si 2025 ha sido un periodo de dudas para Inglaterra, también ha abierto espacio para nuevas caras capaces de renovar su identidad competitiva.







