Lo que pintaba a tarde de ilusión acabó siendo una película de miedo en Anfield. El Chelsea no solo ganó: arrasó. Un 9-1 que suena a marcador de otro deporte, pero fue fútbol. Y del bueno… para ellas. Para el Liverpool, una de esas noches en las que el estadio se te hace enorme y el rival te encoge el aire.
Desde el primer minuto las blues salieron con un mensaje clarísimo: aquí se juega a lo que diga Londres. A los diez minutos ya habían avisado con un gol a balón parado que terminó anulado. Fue el prólogo. El terror venía después.
El Chelsea abre la herida… y no deja de hurgar
El plan del Chelsea era sencillo y cruel: ahogar la salida, robar arriba y atacar sin anestesia. Y cuando lograban correr, lo hacían con una precisión que parecía ensayada mil veces.
El primer golpe válido llegó tras una acción en profundidad que partió a la defensa. Kaneryd atacó la espalda, el balón viajó con música y Charles lo dejó servido con un toque finísimo para que Sam Kerr, de derecha y al palo, inaugurara la tarde. No era solo el 0-1: era la puerta abierta a lo que estaba por venir.
A partir de ahí, el partido se jugó casi siempre en campo red. El Liverpool intentaba ajustar, apretar la salida, ensuciar la circulación… pero el Chelsea movía la pelota con paciencia, de lado a lado, obligando a perseguir sombras. Y cuando el rival corre detrás de la bola, lo siguiente suele ser cansancio. Y el cansancio, errores. Y los errores, goles.
Uno de esos mazazos llegó con Nusken conduciendo con potencia por banda, ganando metros como si el césped le perteneciera, y descargando atrás para Kaptein. La neerlandesa (con el espacio justo y el tiempo perfecto) sacó un disparo seco desde la frontal que superó a la guardameta y terminó de descolocar a un Liverpool que ya iba con la lengua fuera.
Un respiro mínimo, la misma sentencia
Cerca de la media hora, las locales tuvieron un tramo de posesión algo más largo. Dos minutos de “vale, estamos aquí”, de tocar y respirar, de intentar resetear la cabeza. Pero el Chelsea recuperó con una facilidad insultante y volvió a dictar el guion.
Y entonces llegó otro golpe de esos que no solo suben al marcador, también bajan la persiana emocional. Beever-Jones se plantó delante de la portera en una transición ejecutada con una frialdad quirúrgica y la resolvió con una picadita deliciosa. Elegante. Y por eso mismo, devastadora.
La primera parte dejó, eso sí, una imagen que explica por qué el Liverpool no se fue con el casillero a cero antes del descanso: la ocasión de Whodam, un disparo con veneno que amenazaba la escuadra, y la respuesta de Peng, rápida y segura, blocando de primeras. Cuando estás goleando y tu portera también aparece, el mensaje es doble: hoy no hay rendija.
El Chelsea cerró los 45 minutos como los empezó: atacando, acumulando saques de esquina, rondando el área como quien ya ha decidido que la noche será larga para la otra.
Segunda parte: un destello de orgullo… y vuelta al derribo
Tras el descanso, el Liverpool salió con orgullo. Y con una jugada que tardó 42 segundos en recordarnos que, por actitud, no era. Fe Ceri Holland cabeceó un envío medido de Olsson y el balón se marchó rozando el poste. Fue un “ojo, que seguimos vivas”.
Pero ese chispazo duró lo que tarda el Chelsea en reajustarse. Las visitantes, quizá algo menos finas en el pase durante los primeros minutos de la reanudación, concedieron un poquito más de pelota… pero el Liverpool no encontró profundidad real. Mucho toque, poca amenaza. Y cuando el rival te perdona por incapacidad, llega el castigo por calidad.
Un córner rematado por Kaneryd acabó anulado por falta sobre Kirby. Parecía la típica jugada que te da vida por el “bueno, no subió”. Error: fue solo una pausa.
Kaneryd firma el golpe psicológico
Apenas un minuto después, Kaneryd se inventó uno de esos goles que son un portazo. Desde la frontal, soltó un zambombazo a la escuadra. Imparable. De los que no solo cuentan en el marcador: cuentan en la mirada de quien lo encaja. Ahí el partido terminó de romperse.
El Liverpool, que había salido con otra cara, se fue apagando. Empezaron los balones largos sin dirección, los espacios entre líneas, las transiciones defendidas con el alma pero sin piernas. Evans tuvo una opción de cabeza, sí, pero sin fuerza ni peligro real. Y en noches como esta, las migas no alimentan.
El gol del honor… y la furia inmediata
En el 72’, por fin, el Liverpool encontró un motivo para levantar la cabeza: Clark cabeceó un córner en el área pequeña y batió a Peng. Un gol del honor que, por un segundo, sonó a alivio.
Duró nada. Literalmente. En la jugada siguiente, Hamano se marcó una de esas carreras que parecen un castigo extra y, con inteligencia, dejó el balón atrás para que Kaneryd —otra vez ella— rematara con comodidad desde zona de máximas garantías. El Chelsea respondió como responden los equipos grandes cuando les tocan el orgullo: acelerando y mordiendo.
Un minuto más tarde, otro golpe: centro desde la izquierda y Nusken, de cabeza, castigó a una defensa ya desordenada, ya rota, ya en modo “que acabe”.
El octavo fue el símbolo de la tarde: Kaneryd llegando desde atrás para empujar casi a placer y completar su hat-trick, como si el partido hubiese sido diseñado a su medida.
Y aún faltaba la firma final. Porque la fiesta no estaba completa sin la capitana: Millie Bright se sumó al festival, combinó rápido con Hamano y definió con la derecha para cerrar un 9-1 histórico. De esos que quedan en hemeroteca y también en cicatriz.
Navidad feliz para unas, pesadilla para otras
El Chelsea dejó una exhibición total: posesión con sentido, presión asfixiante, ritmo alto, contundencia máxima. No fue solo una goleada: fue un monólogo. Para el Liverpool, en cambio, una noche que pesa. Por el marcador, sí, pero sobre todo por cómo ocurrió: sin control, sin tregua, sin la sensación de poder agarrarse a algo.
Con este golpe sobre la mesa, el Chelsea se mete en semifinales de la Copa de la Liga y ya mira el sorteo: Tottenham Hotspur, Arsenal o un West Ham que ha dado la sorpresa eliminando al Manchester City.
En Anfield, mientras tanto, lo de “pesadilla antes de Navidad” no es una metáfora bonita. Es una descripción exacta.
Fuente: Fútbol con F de Femenino













