Mientras el balón y los focos apuntan al césped, la selección femenina cuida un segundo campo de batalla: la nutrición. Noelia Rodrigo, responsable del área, detalla cómo cada sesión acaba con un batido posentreno enriquecido con hidratos de carbono en polvo, clave para rellenar los depósitos de glucógeno vaciados durante el esfuerzo. A esa mezcla se añade creatina, aliada para repetir sprint tras sprint en el alto nivel competitivo de una Eurocopa con partidos cada pocos días.
En las horas que preceden al encuentro toman protagonismo los nitratos: su efecto vasodilatador mejora la eficiencia muscular y prepara a las jugadoras para noventa minutos de máxima exigencia. Ya con el cronómetro en marcha aparecen los “combustibles de bolsillo”: geles y gominolas con o sin cafeína que aportan glucosa rápida y, en la versión estimulante, ayudan a retrasar la fatiga en los minutos críticos.
Cada futbolista dispone además de un protocolo individualizado. Las analíticas marcan si conviene suplementar hierro, vitamina D u otros micronutrientes; el cuerpo técnico decide cuándo introducir beta-alanina para amortiguar la acidez que generan las acciones explosivas. “Son ayudas ergogénicas naturales que complementan la alimentación, nunca la sustituyen”, subraya Rodrigo, recordando que el verdadero pilar sigue siendo el plato equilibrado.
Así, entre pulsómetros y bidones, la nutricionista ajusta a diario la “gasolina premium” que permite a la Roja mantener la velocidad crucero hasta el último suspiro de cada partido.




